<$BlogRSDUrl$>

Guinea Ecuatorial 

La semana pasada visitó España Plácido Micó, principal dirigente de la oposición ecuatoguineana a Teodoro Obiang Nguema, tras el exilio de Severo Moto a mediados de los noventa (condenado en ausencia a 101 años de cárcel por los delitos de "alta traición" e "intento de asesinato del jefe del Estado”). Hacía dos meses que Plácido Micó había salido de la prisión de Black Beach (que hace honor a su nombre por ser uno de los principales centros de torturas del pais desde la época del terrorífico régimen de Macías, que murió fusilado tras el golpe de estado de Obiang en 1979). Micó había sido juzgado y condenado por su vinculación en una trama golpista en un macrojuicio (o “aberración jurídica” según los observadores) en junio de 2002, en el cual fueron condenados unas cincuenta personas que fueron adoptadas por Amnistía Internacional como presos de conciencia (dos de estos presos murieron en julio y agosto de 2002 como resultado de las deficientes condiciones penitenciarias y la falta de tratamiento médico para las lesiones sufridas cuando los torturaron). En su visita a España, Plácido Micó criticó la actitud del gobierno español hacía la situación de la antigua colonia española: “Creo que la política del Ejecutivo español con respecto al gobierno de Guinea es coja porque consiste solamente en una política de diálogo sin presión para que se respeten los derechos humanos y se democratice el país. No podemos más que lamentar que el Gobierno español se deje seducir por las promesas de Obiang” (El País, 27/9/2003).

La situación de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial empeoró desde que en 1996 el país empezara a obtener los primeros ingresos derivados de los recursos petrolíferos hallados a comienzos de la década (y que permitió crecimientos “envidiables” del 72 % del PIB en 2001, cuando España crecía aproximadamente al 4%). Por ejemplo, en mayo de 1998 fueron juzgadas más de 110 personas de la etnia bubi en relación con unos asaltos a cuarteles militares. Muchos de los acusados fueron detenidos exclusivamente por su origen étnico. Al menos seis detenidos murieron tras ser torturados por las fuerzas de seguridad cuando estaban bajo custodia. El juicio militar sumario, que duró cinco días, no reunió las garantías procesales que exigen las normas internacionales. El consejo de guerra dictó 15 sentencias de muerte —que posteriormente fueron conmutadas por penas de prisión perpetua— y condenó a unas 70 personas a penas de entre 6 y 26 años de cárcel. Todas las condenas se basaron en confesiones obtenidas mediante tortura. Los delegados de Amnistía Internacional que asistieron al juicio en calidad de observadores vieron indicios claros de que los acusados habían sido torturados. Algunos tenían huesos fracturados en pies y manos y al menos a una decena de ellos les habían cercenado parte de las orejas con cuchillas de afeitar.

Sin embargo, el régimen ecuatoguineano (pseudo-multipartidista desde 1991: en las elecciones presidenciales de diciembre de 2002, Obiang obtuvo el 99,99% de los sufragios, superando su techo anterior de 99% en 1996) ha recibido los avales españoles (y estadounidenses) en los últimos años (a pesar de desencuentros anteriores). Así Obiang, en su novena visita a España en octubre de 2001, se entrevistó con el presidente del gobierno José María Aznar, y fue recibido en audiencia por el rey Juan Carlos I (el cual ya realizó una visita a Guinea Ecuatorial en diciembre de 1979, pocos meses después del golpe de estado, como antesala de la realizada por Obiang a España en la primavera de 1980). Y el 9 de abril de 2002, mientras en Guinea Ecuatorial la oposición, que meses atrás había formado una nueva plataforma unitaria de acción y resistencia, era el blanco de la enésima ola represiva (ver más arriba), Obiang hizo otro viaje público a España.

Como se ve, la defensa “real” de las libertades y de los derechos humanos más allá de las fronteras españolas no se encuentra en el primer punto de la agenda de asuntos exteriores del gobierno (véase por ejemplo la visita oficial hace pocos días de José María Aznar a Libia donde se entrevistó personalmente con el presidente Gadafi, si bien éste último ya ha sido plenamente “rehabilitado” por EE.UU.).

Desde la tierra de Lupe, un saludo.